Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

domingo, 26 de agosto de 2012

Miscelánea edulcorada



Al aflorar en el campo de mis piernas pensaste que fue vértigo. Sin alturas entre los dos. Sin centímetros de más en este diámetro horizontal. Proyecto las sombras de tus sueños, y es más fácil la simbiosis. El vidrio transparente de mis ventanas tumba cada puerta que has dejado atrás. El ritmo de las agujas del reloj perdieron el rumbo, desaparece la dirección. Mi brújula fundida, mi norte derretido en ti. Aquí y ahora, sólo tienen mar alrededor; el horizonte de la isla de tus brazos y mi penumbra de expresión.

Libertad en mis rayas a ritmo bicolor. El reflejo de la velocidad de mis pasos al correr. Tu quietud en espera, inquieta, de la calma de tu vista viva. La lentitud del coraje de tu tacto acompasado, escribiendo notas sobre mi piel. Lo delicado de tus dedos en llamas ardiendo para mí. Lo irreal de la caída en el vacío propiciado por el sabor a oscuridad. Lo múltiple de la cantidad de tus almohadas en las dos alturas. El color azul del soporte de tu sueño. Los sonidos con eco de lo profundo de mi espalda. Los alaridos de mi interior y su clamor al vacío. El universo infinito en la fusión del ardor. Poesía eres tú. Las palabras que no hablan por ti son tuyas. Y, finalmente, las cerillas del tacto de tus manos prenden la mecha. Una vez en el fuego, nada es reversible salvo la piel. Al ritmo de las letras de tu nombre en vaivén, el futuro incierto de mis pies.

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Eres de mi cuerpo las dos alas, hoy trino en la sonoridad visible de tus ojos.
Aquí mi pico inquieto por tu piel, allí danzo a gritos en tus brazos.


Volar y romperme. Embalarme sin miedo. Al vacío para que no entre aire en mi cerebro que me haga cambiar de opinión. Al caerme con risa no hay dolor. A tu lado calienta más el sol de las mañanas de invierno. Ya no se me cuela el frío por los agujeros recónditos de mi alma-colador. Con tu mano izquierda me escribes; me proteges del ruido, y el silencio, perfectamente existente, suena con ganas. Me encuentro en tus letras, que me observan con recelo. En mi mente sonamos a los años sesenta con acento británico; olemos a té rojo y negro, sabemos amargo y dulce con azúcar en su justa medida antes de engancharnos y quedar atrapados. No hace falta huir en las alturas si canto con los ojos cerrados y tu mente me mira, salpicada tras el orgasmo visual y el deseo.

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Entonces dijiste que querías vivirme. La ventana es para ti; es la tuya. O saltas, o te sientas. Soy la intensidad del vértigo en tu estómago, soy bailar contigo en singular, fundida en ti, extrañamente vertical. Se me enzarzan las manos en tu pie izquierdo. Quería tocarte el tobillo, sentirte por fuera, imaginarte por dentro, no contarte las diferencias, arañarte con besos. Tu desayuno sin palabras con sorbos al silencio habla con un café que se termina, y uno que se olvida; y azúcar helada. Mi boca junto a tus nubes.

Textos: DICIEMBRE 2011 - ENERO 2012

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