Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

lunes, 27 de agosto de 2012

Experimento sonoro



Conciencias inexistentes, aletargadas. Palabras inservibles en hechos que no merecen. Impurezas visibles, lloviendo por el mundo. Consciencias ignoradas, insuficientes. Borrones y muchas cuentas. Nuevas imprecisiones. Notar la Caída del Imperio Manchado de Occidente, del Imperio Muerto de la Mente que se cierne con nocturnidad y alevosía. Espuma y azúcar glasé con canela para alimentar destrezas calmadas que se aburren en la cama. Ni yo sé del otro ni el otro sabe del yo. Han muerto los espejos por el retraso de un tren. Han atropellado la imagen indecisa y falsa de la rebelión de la manada de las ovejas y el rebaño de los lobos. No somos nada. No hay personas sin tolerancia magullada. Sin hambre engullen y tragan. Somos tierra sin sabor y tantas bocas sin pudor que hablan en nombre de todos los ojos sin ardor. Es la muerte del mundo que caía sobre Neruda cuando su último verso gritaba en mi reloj: “Tengo miedo”. Agujas retorcidas en desuso. Descompuestas, desgastadas, deshilachadas. Manivelas mordidas. Punteras rotas ateridas. Menesteres aclamados sin vergüenza. No tengo miedo escondido entre las muelas, pero me aterras.
Jornadas de existencias capitalistas en vidas detestadas. Tostadas insaboras. Distancias desconocidas invadidas. Pisadas compartidas. Me quemas de la boca al esófago. Sentirte me fusila. Hoy me ciegan los brillos metálicos del repiqueteo de las gotas no cosidas. Penden los mástiles olvidados cantando las proezas de los viajes nunca contados. Las sirenas cantan ruidos para romperte los tímpanos y las voluntades exquisitas. Menospreciadas, caen y se anclan, se ahogan, anidan en las algas. Tus branquias oxidadas rugen mientras yo escribo por impulso. Nunca me tiembla el pulso. En los recovecos de mi mente suena el eco y abrasa, hirviente. No me entiendes, me mientes, y me atrapas con tus dientes. En los oídos no me tientes. Por las esquinas verdes asoman los círculos de las serpientes. Asustadas, mastican y devoran a sus víctimas pendientes. En los cimientos de las rosas hay tropiezos tristes. Es el cemento de las parcelas que construyo sin que me desvistas y me hieles. Escribo a borbotones sin dejar que me pienses. Mi mente sangra tras el disparo a bocajarro.
Los gritos y las risas en las plazas. Las arenas imaginarias. Son niños y unas cuantas voces las alarmas. Los llantos por los crímenes hervidos. Masticar sal era un placer abrupto. En la naturaleza no hay ciudades ni hay llantas, hay vacas muertas sobre el asfalto de las carreteras. Quieren tocar el piano porque envidian a los burros surrealistas, y descansan bajo las sombras de las cascadas. Somos atardeceres y mamadas. Aún hay sol por las mañanas. Me observan los ojos verdes de un tipo con barba. Veo manos inertes en pozos de agua. Te detienes y callas en tus pasos hacia mis entrañas. Y parece que engañas a mis besos con tus zarzas cuando te coses a estas marañas. Somos hilos en babia porque aún no me hilvanas. Las agujas son arañas que trepan por las acacias, desde mis pechos hasta mis falacias. Son textos sin coherencia por la ausencia de especias. Hoy sin ti sobre la mesa no tengo qué llevarme a la boca.

Texto: ENERO 2012

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