Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

martes, 14 de agosto de 2012

(C)Hambre


Te miro y me absorbes. Yo lamo y tú escondes. Llamas para entrar. Tengo un saco lleno de palabras vírgenes improvisado en un calcetín de hilos de lana. La pureza de ese agua setenta por ciento de tu cuerpo que de transparente es punzante insiste en tu nitidez, que duele al reflectarse en mí. Es dolor por desconocer la imagen que te devuelve la verdad de mi espejo. Mis ojos cerrados se adentran en tu piel, tu deseo se abre camino a través de mi cuerpo. Son tus deseos oscuros tus secretos deseados de violar conmigo en tu cama. Los puñales dormidos se esconden bajo las tiras de mi piel junto al sabor oxidado de mi sangre. Es el olor a hambre, al movimiento de las mariposas gástricas que hacen perder el equilibrio de los nervios y que acaban, pegajosas, como regalo extraño para ti. Recuerdas el olor a mantequilla derretida, a cucharadas de calor para endulzar, a vísceras edulcoradas de repente. En ocasiones, el hambre enajena, destruye las gotas de cordura, la propia y la ajena. Lávate las manos y a comer. La guerra fría está servida sobre el mármol blanco de una tabla que gotea. Hoy sin ti sobre la mesa no tengo qué llevarme a la boca.
Me rugen las tripas de ti, soy ruido. Hace poco te mordías los dedos para no escribir. Mi terquedad por mordisquear tus ideas, por acostarme una y otra vez con tu mente. Enhébrame con fuerza, usa todos tus ovillos conmigo. Todo mi hambre es de ti. Te gusto impronunciable, aunque prefieres soñar con tu instinto que tantas veces me ha desnudado ya. Mis ojos te violan una y otra vez, en un descanso pausado. La lengua te sabe a vino. Te voy a comer el corazón. Cóseme, te estoy esperando. Me gusta cómo bailas nocturno, a ciegas, mi vals oscuro del deseo; cómo imaginas mis movimientos obscenos más delicados, cómo despertar conmigo. Tu miedo huele igual que el mío. Mientras afilas mis pies voy a peinar las arrugas de tus sábanas, bailar en singular en el suelo y danzar de puntillas en el sofá.
Me haces tantas cosquillas dentro que voy a estornudar de ti con cara de placer. Silencio sin quietud. Zozobra. Baldosa, pero no azulejo. Yo bebo de tus manos y tú te desbordas; tu ombligo mojado. Si eyaculas en la cavidad de mi estómago roto, sangre mediante, prometo coserme con los dientes hasta en el último centímetro de tu piel. Un día describí masturbarse. Imaginé la vida contigo a través de tus orgasmos visuales y tus viajes celestes en mis orgasmos neurales. Sexo es tu sofá.
No guardes centímetros cúbicos de cerebro sin usar. Retales de suerte sin desenvolver, navajas sin desenvainar ni zapatos que comer. Hoy no hay bolsillos muertos que peinar, canas que erizar, goces olvidados de cavidades abandonadas que en mejores tiempos fueron tráqueas estalladas. La ausencia de los gritos efímeros que las hicieron oxidar se fue por el callejón de atrás sin pagar. La cuenta de los vasos llenos que no se pudieron amortizar. El whisky que tus labios olvidaron besar duerme en ese hedor. El alcohol amó idealizar tus neuronas antes de la muerte súbita. Esos sentidos del olfato podridos entre semillas recién plantadas de humildes garbanzos aún sin germinar se olvidaron apear del vicio impuesto por la necedad. A narices necias, ojos sin piedad. Te quiebro en la verdad. Te oigo sin hablar. Sin vencer al filo del hambre hay aún zonas sin rajar.

Compilación de textos: NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2011

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