Conciencias inexistentes, aletargadas. Palabras inservibles en hechos que no merecen. Impurezas visibles, lloviendo por el mundo. Consciencias ignoradas, insuficientes. Borrones y muchas cuentas. Nuevas imprecisiones. Notar la Caída del Imperio Manchado de Occidente, del Imperio Muerto de la Mente que se cierne con nocturnidad y alevosía. Espuma y azúcar glasé con canela para alimentar destrezas calmadas que se aburren en la cama. Ni yo sé del otro ni el otro sabe del yo. Han muerto los espejos por el retraso de un tren. Han atropellado la imagen indecisa y falsa de la rebelión de la manada de las ovejas y el rebaño de los lobos. No somos nada. No hay personas sin tolerancia magullada. Sin hambre engullen y tragan. Somos tierra sin sabor y tantas bocas sin pudor que hablan en nombre de todos los ojos sin ardor. Es la muerte del mundo que caía sobre Neruda cuando su último verso gritaba en mi reloj: “Tengo miedo”. Agujas retorcidas en desuso. Descompuestas, desgastadas, deshilachadas. Manivelas mordidas. Punteras rotas ateridas. Menesteres aclamados sin vergüenza. No tengo miedo escondido entre las muelas, pero me aterras.
Jornadas de existencias capitalistas en vidas detestadas. Tostadas
insaboras. Distancias desconocidas invadidas. Pisadas compartidas. Me
quemas de la boca al esófago. Sentirte me fusila. Hoy me ciegan los
brillos metálicos del repiqueteo de las gotas no cosidas. Penden los
mástiles olvidados cantando las proezas de los viajes nunca
contados. Las sirenas cantan ruidos para romperte los tímpanos y las
voluntades exquisitas. Menospreciadas, caen y se anclan, se ahogan,
anidan en las algas. Tus branquias oxidadas rugen mientras yo escribo
por impulso. Nunca me tiembla el pulso. En los recovecos de mi mente
suena el eco y abrasa, hirviente. No me entiendes, me mientes, y me
atrapas con tus dientes. En los oídos no me tientes. Por las
esquinas verdes asoman los círculos de las serpientes. Asustadas,
mastican y devoran a sus víctimas pendientes. En los cimientos de las
rosas hay tropiezos tristes. Es el cemento de las parcelas que
construyo sin que me desvistas y me hieles. Escribo a borbotones sin
dejar que me pienses. Mi mente sangra tras el disparo a bocajarro.
Los gritos y las risas en las plazas. Las arenas
imaginarias. Son niños y unas cuantas voces las alarmas. Los
llantos por los crímenes hervidos. Masticar sal era un placer
abrupto. En la naturaleza no hay ciudades ni hay llantas, hay vacas
muertas sobre el asfalto de las carreteras. Quieren tocar el piano
porque envidian a los burros surrealistas, y descansan bajo las
sombras de las cascadas. Somos atardeceres y mamadas. Aún hay sol
por las mañanas. Me observan los ojos verdes de un tipo con barba.
Veo manos inertes en pozos de agua. Te detienes y callas en tus pasos
hacia mis entrañas. Y parece que engañas a mis besos con tus zarzas
cuando te coses a estas marañas. Somos hilos en babia porque aún no
me hilvanas. Las agujas son arañas que trepan por las acacias, desde
mis pechos hasta mis falacias. Son textos sin coherencia por la
ausencia de especias. Hoy sin ti sobre la mesa no tengo qué
llevarme a la boca.
Texto: ENERO 2012