Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

lunes, 27 de agosto de 2012

Experimento sonoro



Conciencias inexistentes, aletargadas. Palabras inservibles en hechos que no merecen. Impurezas visibles, lloviendo por el mundo. Consciencias ignoradas, insuficientes. Borrones y muchas cuentas. Nuevas imprecisiones. Notar la Caída del Imperio Manchado de Occidente, del Imperio Muerto de la Mente que se cierne con nocturnidad y alevosía. Espuma y azúcar glasé con canela para alimentar destrezas calmadas que se aburren en la cama. Ni yo sé del otro ni el otro sabe del yo. Han muerto los espejos por el retraso de un tren. Han atropellado la imagen indecisa y falsa de la rebelión de la manada de las ovejas y el rebaño de los lobos. No somos nada. No hay personas sin tolerancia magullada. Sin hambre engullen y tragan. Somos tierra sin sabor y tantas bocas sin pudor que hablan en nombre de todos los ojos sin ardor. Es la muerte del mundo que caía sobre Neruda cuando su último verso gritaba en mi reloj: “Tengo miedo”. Agujas retorcidas en desuso. Descompuestas, desgastadas, deshilachadas. Manivelas mordidas. Punteras rotas ateridas. Menesteres aclamados sin vergüenza. No tengo miedo escondido entre las muelas, pero me aterras.
Jornadas de existencias capitalistas en vidas detestadas. Tostadas insaboras. Distancias desconocidas invadidas. Pisadas compartidas. Me quemas de la boca al esófago. Sentirte me fusila. Hoy me ciegan los brillos metálicos del repiqueteo de las gotas no cosidas. Penden los mástiles olvidados cantando las proezas de los viajes nunca contados. Las sirenas cantan ruidos para romperte los tímpanos y las voluntades exquisitas. Menospreciadas, caen y se anclan, se ahogan, anidan en las algas. Tus branquias oxidadas rugen mientras yo escribo por impulso. Nunca me tiembla el pulso. En los recovecos de mi mente suena el eco y abrasa, hirviente. No me entiendes, me mientes, y me atrapas con tus dientes. En los oídos no me tientes. Por las esquinas verdes asoman los círculos de las serpientes. Asustadas, mastican y devoran a sus víctimas pendientes. En los cimientos de las rosas hay tropiezos tristes. Es el cemento de las parcelas que construyo sin que me desvistas y me hieles. Escribo a borbotones sin dejar que me pienses. Mi mente sangra tras el disparo a bocajarro.
Los gritos y las risas en las plazas. Las arenas imaginarias. Son niños y unas cuantas voces las alarmas. Los llantos por los crímenes hervidos. Masticar sal era un placer abrupto. En la naturaleza no hay ciudades ni hay llantas, hay vacas muertas sobre el asfalto de las carreteras. Quieren tocar el piano porque envidian a los burros surrealistas, y descansan bajo las sombras de las cascadas. Somos atardeceres y mamadas. Aún hay sol por las mañanas. Me observan los ojos verdes de un tipo con barba. Veo manos inertes en pozos de agua. Te detienes y callas en tus pasos hacia mis entrañas. Y parece que engañas a mis besos con tus zarzas cuando te coses a estas marañas. Somos hilos en babia porque aún no me hilvanas. Las agujas son arañas que trepan por las acacias, desde mis pechos hasta mis falacias. Son textos sin coherencia por la ausencia de especias. Hoy sin ti sobre la mesa no tengo qué llevarme a la boca.

Texto: ENERO 2012

Escena nocturna en autobús



Tics en el cuello. Arriba, abajo. Izquierda, abajo. Derecha, arriba, izquierda. Una mujer de unos sesenta años habla sola. “Quince días, nada menos. Me muero... Bueno, no se muere nadie”. Ve a una niña de tres o cuatro años con su madre. “Te vas de noche y vienes de noche, ¿eh? No me gustan las guarderías tan chicos. Que estén en casa con el agüelo. No me gustan y usted lo sabe”. El gesto de la madre ha cambiado en el transcurso de las palabras. Al principio había contestado y sonreído; ahora hace ya rato que se apeó del vehículo sonámbulo, dejando a la mujer hablando sola, sin dirigirle una última mirada. “Y ahora me voy a tomar un café, que ya se lo pagaré mañana. No quiero ni verla. ¿Y la tengo que ver? Pues sí, tengo que verla. Ella, con su hijo borrachito como estaba ayer, que me dijo: «Mari, que estás muy guapa, hoy te vienes a dormir conmigo». Vamos, que se cree que me acuesto con cualquiera, como su madre. Como ella. ¡Si yo sólo quiero vivir! Porque todo el mundo lo sabe, que aquí no se muere nadie”.
La decrepitud de las palabras, más arrugadas que la piel del rostro, abandonaron hace ya rato la cavidad de los andenes vacíos de su garganta, seca y áspera. Hemos llegado a la estación de tren y todo lo que hasta ahora había convergido, divergirá hasta la próxima casualidad.

Texto: ENERO 2012

Vencible


Escupí mi declaración de intenciones sin haberte puesto el ojo encima. Sin mí, sin contexto, y en un texto. Echar mano de ti llegó más tarde. La creencia y creación de intenciones sigue intacta, inocente, intensa. Hoy juego a unir con lápiz los lunares de tu cuerpo para descubrir el dibujo oculto. Tú planeas encontrar las mil y una diferencias entre el significante que ves de mí y el que te muestra mi imagen a través de un espejo cualquiera, con y sin sombras. Sin sanguina no hay bosquejo. Del color de tu plato de 'pasta al nero di seppia' sacas la tinta para coserme a través del ojo ajeno.
Nos acechan las piedras del camino cuyos árboles han vomitado todos sus hijos. Tres minutos por delante de mis pies entre las hojas, bajo la oscuridad del sol, a ocho mil y ciento noventa y cinco pasos de violar la parodia de la huida. Con un poco de leche y demasiado azúcar, como es costumbre. Las coordinadas no son exactas, rondan los minutos escondidos en diez millones de millas. Rodeadas por el frío en quiebra de la humedad del mar las mentes olvidan la vía tres. Los pies vencidos, invencibles.

Texto: ENERO 2012  

Sabores



Tu sentir en el abrazo externo de mi interior, que te acoge y muerde sin piedad, sin fin pero con finalidad. Dentro de mí, tus ojos abiertos; la voz muda, rota por tu silencio.

___________________________________________________________
Un par de tercios. Media mitad de una botella. Aúlla la cerveza al morir estrangulada, vejada, desnuda. Los adhesivos rotos sobre la mesa. El vidrio borrándose en su transparencia, tornándose cada vez más opaco, más callado. Ya no grita en mi poder. Soy cerveza.

___________________________________________________________

Voy a cobrarle a tu cuerpo todas las deudas de las ganas conmigo. El sol de invierno que ciega la piel y abraza los ojos sabe engañar al tiempo. Un invierno de un mes es demasiado entre mis pies sin tus manos. Ojalá mis piernas fuesen de altruistas como mi boca, que se olvida de mí cuando te toca. Éste es el vértigo mareado de los estómagos sin sabor.

Textos: ENERO 2012

domingo, 26 de agosto de 2012

El espejo


Me gusta tu espejo. Con tu tiempo y el mío no hay asfixia en las horas. Delirios ajenos y demencia muy tosca. Envidias que no curan, que se proyectan y se estrellan; que no causan impacto en nuestras paredes de oxígeno en papel de burbujas, que no pinchan, que no punzan. No pueden traspasar el ardor de esta atmósfera tibia, condensada en el vacío sin enjaular en tarros de cristal. Sin vergüenza ni temor. Con la pureza del mirarnos. En las alturas no hay dificultad. Ojalá encuentres tu sitio y seas feliz en su perímetro. Cuando los círculos ajenos están sellados no cabe intento de dañar. Las esferas circulares cuya continuidad no se rompe ni se destruye, donde la velocidad la marcamos los maquinistas. Conducimos trenes privados donde no cabe personal ajeno, donde no pica otra curiosidad que la dual, la inmensa en la reciprocidad doble que para y oxida las agujas del reloj. Huele a carbón y es lo que queda en la despensa, infinita en fuerzas, renovable en energía, reciclada en material. Para que sea justo perdernos en la Naturaleza.
Me gusta tu espejo. Tus pies se enredan, y uno de tus rizos anida en el suelo y duerme junto a tus zapatillas, sin aire y sin viento; verde fresco como tú. Vivo, atado entre cordones liberados, libres, libertarios. Cordones de huida en tus pies rápidos, que me recorren en el camino para tu llegada en mi mente. Corsarios a la deriva dormida, que reman con mirar, con el ansia de besar, de llegar, de beber sin respirar.
Y es tu agua retinal la que calma mi sed, la que ahoga mi fe en lo demás. Se concentra el té en el fondo y el sabor dulce que retiene la amargura del café, que desaparece de una vez. Sabe a tantas cosas como queramos. Los azucarillos geométricos se triplican en tu estantería de cubitos de palabras, amontonadas con esmero y unanimidad, sin espacio para el polvo en las cornisas de las ventanas. El alféizar de las baldosas con mi nombre a cada paso en cada pie del subir por tu escalera, que me abraza como si no existiera, como si no hubiera manera. Yo te alcanzo en el sueño con tu olor a mi madera, húmeda y seca, suelo paciente que te espera en mi ceguera. Para reconocer el sabor de tu mirada me sobra y me basta la oscuridad de tu cama.

Texto: ENERO 2012

Palabras


A pies juntillas, con los dedos de puntillas, yo creo en ti. En el carisma de tu lengua, del fondo inexistente de tus ojos, del eco de tu tacto sobre mi piel, del retumbar de tus besos en mis pies. Los oídos son mudos ante tu silencio obtuso y claro que muerde mi pulso al ritmo de tus manos. Tus dedos, que gritan en mi pecho a la luz infinita de tu oscuridad inmensa presa entre mis piernas. Palabras que quieren y que intentan, que se quedan a las puertas. No van solas y no van tiesas, desayunan con fresas. En tus ondas, mis caderas. Palabras que se enredan, que se enroscan a mi espalda para dormir, que anidan en mi cuello cuando las destierras de tu lengua. Que me buscan y me encuentran al salir de tu cueva, cuando las liberas para mí. Así son tus palabras.
Un picnic es redundar en el color rojo del piso de abajo, con luces a nuestra espalda y un té frente a la lengua. Es drogarnos de nosotros mismos hasta desaparecer. Es todo cuando no es nunca demasiado, porque es nada, y demasiado es incontable, y no existe. 

“Sugerencias, ninguna. Súplicas, todas”. Durmiendo en tu piel se destapa una larga lista de distintos tipos de felicidad hipotética; mentalmente, de hoy, del momento, de mañana. De que el despertador no suene mañana. Junto a mis monedas, la piedra de tu bolsillo bosteza, se despereza, se calza sus botas rojas y se lanza al mundo. En el último disparo, la vida flota en la sobrerrealidad del abismo de tus ojos. Entre el primer y el último disparo, nunca hubo nadie como tú.


Texto: ENERO 2012

Miscelánea edulcorada



Al aflorar en el campo de mis piernas pensaste que fue vértigo. Sin alturas entre los dos. Sin centímetros de más en este diámetro horizontal. Proyecto las sombras de tus sueños, y es más fácil la simbiosis. El vidrio transparente de mis ventanas tumba cada puerta que has dejado atrás. El ritmo de las agujas del reloj perdieron el rumbo, desaparece la dirección. Mi brújula fundida, mi norte derretido en ti. Aquí y ahora, sólo tienen mar alrededor; el horizonte de la isla de tus brazos y mi penumbra de expresión.

Libertad en mis rayas a ritmo bicolor. El reflejo de la velocidad de mis pasos al correr. Tu quietud en espera, inquieta, de la calma de tu vista viva. La lentitud del coraje de tu tacto acompasado, escribiendo notas sobre mi piel. Lo delicado de tus dedos en llamas ardiendo para mí. Lo irreal de la caída en el vacío propiciado por el sabor a oscuridad. Lo múltiple de la cantidad de tus almohadas en las dos alturas. El color azul del soporte de tu sueño. Los sonidos con eco de lo profundo de mi espalda. Los alaridos de mi interior y su clamor al vacío. El universo infinito en la fusión del ardor. Poesía eres tú. Las palabras que no hablan por ti son tuyas. Y, finalmente, las cerillas del tacto de tus manos prenden la mecha. Una vez en el fuego, nada es reversible salvo la piel. Al ritmo de las letras de tu nombre en vaivén, el futuro incierto de mis pies.

____________________________________________________________________

Eres de mi cuerpo las dos alas, hoy trino en la sonoridad visible de tus ojos.
Aquí mi pico inquieto por tu piel, allí danzo a gritos en tus brazos.


Volar y romperme. Embalarme sin miedo. Al vacío para que no entre aire en mi cerebro que me haga cambiar de opinión. Al caerme con risa no hay dolor. A tu lado calienta más el sol de las mañanas de invierno. Ya no se me cuela el frío por los agujeros recónditos de mi alma-colador. Con tu mano izquierda me escribes; me proteges del ruido, y el silencio, perfectamente existente, suena con ganas. Me encuentro en tus letras, que me observan con recelo. En mi mente sonamos a los años sesenta con acento británico; olemos a té rojo y negro, sabemos amargo y dulce con azúcar en su justa medida antes de engancharnos y quedar atrapados. No hace falta huir en las alturas si canto con los ojos cerrados y tu mente me mira, salpicada tras el orgasmo visual y el deseo.

____________________________________________________________________

Entonces dijiste que querías vivirme. La ventana es para ti; es la tuya. O saltas, o te sientas. Soy la intensidad del vértigo en tu estómago, soy bailar contigo en singular, fundida en ti, extrañamente vertical. Se me enzarzan las manos en tu pie izquierdo. Quería tocarte el tobillo, sentirte por fuera, imaginarte por dentro, no contarte las diferencias, arañarte con besos. Tu desayuno sin palabras con sorbos al silencio habla con un café que se termina, y uno que se olvida; y azúcar helada. Mi boca junto a tus nubes.

Textos: DICIEMBRE 2011 - ENERO 2012

viernes, 24 de agosto de 2012

Abrasarnos



Hago nudos para ti con todas las extremidades de mi cuerpo. Lazos sin dolor, sin calor; son mis nudos sin temblor. A mi sangre en tus pies le faltan tus enredos entre mis piernas. A tu entrepierna, mi amor con lengua, susurrando que te amo, intensa. La muerte del sonido implicaba el fin cuando, de repente, oí que prescindías del aire. Escuché mi vanidad, y hubo eco. Al cocinar no debe faltar la sal. Del vértigo a saltar, un mar. Tejer marañas de ovillos es mi ocupación. Sin necesidad de música en el sofá, hay dos y molesta el algodón. Son nubes de sueño no aptas para la mala alimentación. El hambre da vueltas tras el escritorio; el sillón, giratorio, mira de espaldas el juego. Su mirada en el fuego ríe con nosotros. Abrasarnos al devorar es demasiado fácil.

Texto: ENERO 2012

Simbiosis



Y amar el respirarte en el frío de la niebla de una noche atemporal, observando la poca distancia focal en la nitidez. El plano de cómo muero por tus ganas, de cómo hacemos simbiosis. Tú quieres utilizar la realidad como lectura ocasional, a mí me gusta que duerma en la mesilla de noche. Lo llamo lectura ligera. Observar. Volar de la vida para vivir en una baldosa. Te muerdo ese rizo frente al espejo, la piel suave de tus brazos vulnerable ante mi boca, observándome con el mismo y único ojo que la primera mañana en la que desperté en el enredo. Infinitos. Eternos los números octavos tumbados, tendidos. Primero inclinados levemente, con la suavidad de un soplido. Descansan derrumbados. El sueño, que me quiere poseer sin poder. Nadie, muchas preposiciones, tú. Te lo doy todo. Sin coma, sin pausa, sin puntos suspensivos. Sin palabras de más que lo destruyan. Sin finito. Vuelve a mí, a tu sofá. A tu cama de nudos sin parpadear. Si te digo que te amo, ¿puedo conservar los ojos? Cucharas abajo, me rindo. La gravedad me roba la sangre que me brota del costado izquierdo.

Dejo puntos suspensivos para reconocer el camino de vuelta a ti. Todavía te respiro en la muerte daliniana del tiempo derretido, que asciende y se purga, que se abandona con nosotros, que vuela en la incredulidad insaciable. La realidad, intangible. No hay aire para el siguiente aliento. Mueren los minutos en el deseo in crescendo del pentagrama de mi voz, que ansía la tuya. Paran los engranajes de mi espalda sin aceite para gritar la necesidad de tus dedos. La espiral del deseo de matar en los alientos que se muerden suavemente, y que se destrozan por amarse, es imperiosa. No hay sonido sin jazz, no ruido, ni silencio mudo. Somos una hache. Aparte, quietos. Sin prisa pero con afán. El anhelo, comiéndonos por dentro, roe la galleta compañera de un té virgen a la espera de la leche y el azúcar.

De cuando los días no viven ausentes, nada tiene sentido y todo es Dada. Mis palabras se marean en tu lectura inesperada. Ahora desnudos, para que sea más sencillo hacerme el amor en la sobrerrealidad de tu ducha sorprendida, de todos tus pensamientos prolíficos que no llegaron a emerger, de tus erecciones abandonadas, del azar sin brotar y el querer sin perecer. De lo amargo del olor de la ironía que te embriaga antes del café, floreciendo. Mi olor en tu lengua. Lo prefieres sin edulcorante. Con todas mis especias sobre tu cuerpo, sin faltarte sabor, ni valor, ni tambor en los oídos antiguos que no encienden el motor. Un toque de sal. En la maleta sólo un espejo, mis ojos y tu narcisismo precioso, perfecto, aliñado al gusto del espectador.

Texto: ENERO 2012  

Entre tus dientes


Bombillas a la par, un par de. Tu luz incandescente, espejo sin reflejo, espejo que es ventana; que ahora sí, ahora no... Gato de Chesire a rayas sin luz, colgando de una rama. Ocho tumbado que estira los pies para tocarte y llegar a ti, saltar un número y pasar a diez. Los pentagramas, dulces, del eco de tu voz, del universo de tus risas cortas y suaves. Salto por la ventana. Aún huelo el color de tu ojo izquierdo, casi engullido por la almohada. Mi tiro con arco y pleno, mi home run, mi suicidio dentro de ti. Yo disparé el arma. Tú te entregaste. Nos acribillamos al mismo tiempo en un segundo que no parecía tener prisa. Hacia delante van tus pasos tímidos, de un centímetro cada uno en el parqué, acechándome con miedo. El olor a inquietud. A lo surreal, a lo sobrerreal. La sobrerrealidad no debería pasarse por alto. El día en el que me convertí en polizón. Me tragó tu mar. Respiro y me ahogo sin diferencia. Llegó tu turno, encerraste a la puerta. Mandaste callar al interruptor. La oscuridad te dijo que me hicieras el amor, lento, suave, con imprecisión, con todo tu cuerpo. Dibujé en el aire un universo de cartón; cómo descubrí que te conocía, mi miedo a contagiar tu piel. Todo para ti. Mi insuficiente credibilidad, mi empirismo más práctico cuya última y única experiencia eres tú. Mi veneno. Desnudé para ti los dedos de mis pies, encarcelados, guardados, conservados bajo llave. Para los tuyos. Contra el frío. No hubo prisas ni hubo ruidos, no fueron luces, ni relojes. Hubo plumas y no dedos, fueron piel deslizándose y cuerpos enredados. Pocas horas de una noche tibia. Poco sueño. Piel, todo fue piel. El tacto aullando te escribió en mi espejo. Tu piel, tu código de barras con sabor a miel.
Mañanas frías que se alargan en la cama. Mi pereza y el cielo gris que te absorbe a través del brillo de tu ventana en el reflejo de ti mismo. No es la otra cara de la moneda: es la vía de acceso al otro lado. Tus caricias en toda yo. La forma en que me miras mientras me clavas un puñal en el estómago, rajando la carne hacia arriba. Asegurándote. La imagen que te devuelven mis ojos en paz. Me desgarras y te cuelas. No lo evito y te ofrezco asiento. Me tiendes una mano haciendo una reverencia, me adentro contigo y me asomo a mi interior. Soy granate-púrpura. Quizá te equivocaste de ventana. ¿Estás seguro? No necesitas parpadear. Mis dientes cosen poesía al lado de tu ombligo. Confío en tu abismo, cóseme las manos a tus rizos. Vacío. Chirrías en mis ojos, cuánto tiempo ha estado ausente el ritmo de tu voz. Cuánto tiempo callas. Cuánto todo. Marcas no sólo en la piel y sangre invisible. Espadas por doquier, y no hay escudos. Desnudas las hojas, tristes las vainas. No hay quien haga guardia en este tiempo subjetivo. No me quiero marchar, no pensar. Me quieres con bigote pero no para besar. Baúles viajeros que no guardan más que tus silencios. Quién sabrá. Paso veloz redundante, abundante, que nunca marea. Siempre inquietud. No dejo de mirarte. Enigma sobre dos patas de paso ávido que duermen boca abajo, sin apoyo. Dormitas sin necesidad de aire, en el mar. Y yo, en la “s” entre tus dientes. Manantial sin llave, aprietas el detonador. No ha habido tiempo: ya es la cuenta atrás.


Texto: DICIEMBRE 2011

lunes, 20 de agosto de 2012

Reflectante


Los espejos irrompibles pero traspasables, transparentes, de ayer devuelven la misma imagen hoy. La entrega del mejor reflejo, inalcanzable. Deseos escritos en hojas secas, caídas, de esos árboles de otoño. Se reflejan por la otra cara en aguas verdes sin fondo, curiosas, que esperan. Se dejan flotar. Hay algo bajo el agua que no me quieres contar, y me está produciendo burbujas. Bajo a nado, sin aire y sin mente; me sumerjo demente. A brazadas cortas y brazadas largas, el agua tolerante acaricia mis pies, me enfría, me asusta. El universo del mar, con todas sus estrellas y constelaciones hechas corales, con algas que me enredan tirando para sí, que me hacen reír. Tu sofá bajo el mar, con el mismo color, integrándose mejor de lo esperado. El color es perfecto. Tu piel, más oscura, sobre la mía. Color sin luz que se moja sin humedad pero con sudor, con sexo ocular prolongado, sin fin, que no se acaba nunca. No se atasca en la respiración, no da lugar al aire. Va matando al oxígeno, que se muere gimiendo. Suspiras. Sexo es tu sofá. El enredo de los ojos, la trasfusión de la mente. Con la volatilidad del cuerpo no hay pruebas. Velocidad torácica y tacto curioso, con miedo. La luz fuera del barco.

El reciclaje de los iconos ocurre mientras sigues descubriendo espejos. Retinas y pupilas devoran el tiempo y el espacio. No hay frío que muerda más que tú. No hay relojes que existan. Hay agujas y manivelas ruidosas que no cuentan el tiempo hacia atrás. Sólo existe el espacio restante. Hay susurros, no se escapa. Nadie lo señala. Inútil por alargar la mano y sufrir por cerrar el puño. No se escapa, no puede. Hay notas psicodélicas en cómo te rascas, en cada una de tus formas, la nariz. Una risa que sí se escapa, suave, que huye al exterior para existir. Extrema, desde ti. Que sale del espejo y causa esas burbujas en el agua. Polaridades palpables y masticables, que se te ofrecen, imanes que te llevan a la cama en una pecera. Baúles-vivienda debajo del mar. Necesidades subjetivas con sabor a sal, a sopa con fideos ahogados, escondidos, en el fondo del tazón; que maúllan. Ruido en tu entrepierna. Así fueron los orígenes desconocidos, los caminos cruzados paralelos y la demás parafernalia de aspecto imposible procedente del imaginario surreal. 


Texto: DICIEMBRE 2011

Espera rota



Cajas de café en las calles y granos de olor. Mocca. Las piernas frías. Voces de borrachos. Bostezos y alcohol, palabras dirigidas a la Nada chocando contra paredes invisibles, rompiendo contra tus oídos que intentan mostrarse de corcho. Hoy no hay receptor, no hay vítores. A tout vitesse! Todo pesa, y el frío... Son las hojas del otoño; el otoño y el frío de resaca. Han bebido de más. Cantan sin saber, sin escucharse, cuando nadie quiere oír. Piernas que duelen y ojos extraños que se pierden, que ya estaban perdidos. Oídos que duelen, protegidos. Una batería de fondo, olor a viento. Nicotina en el aire, la nariz defraudada. Demasiada luz artificial. Olor a más frío y a velocidad. A falta de trenes futuristas, ruedas que no llegan. Goma gastada sobre el asfalto quemado. Frío a la plancha, en la sartén. Gorros a rayas. Los árboles desnudos sufren el frío para vestir al suelo, antes sin cubrir, suelo desnudo. Misión de otoño. Rectos y torcidos; observo. El tiempo es siempre más subjetivo a las mentes perdidas.  


Texto: DICIEMBRE 2011

martes, 14 de agosto de 2012

Vértigo



Calambres en los pies; las manos, dormidas. Hoy muerde sin saña en sus delirios; muerde sin pausa todos y cada uno de sus deseos confusos, pero no los lastima: los guarda, los cuida. Mima con el calor de sus dientes. Hoy gritan que tu pájaro verde puede cantar, ritmo pop-swing. Pero no me puedes ver; y cantan. Hay días en los que quisiera sonreír con las manos para desabrocharte el pantalón con los dientes de mi alma. Y que no fuese delito ni pecado, ni que se te atascasen mis cadenas. Perpetuamente oirás los chasquidos, el ruido hueco del trinar de mis dientes contra el metal. Botones indecisos y resistencia. Tu lengua me recorrería los pies y tu ombligo me miraría fijamente a los ojos. Inmovilidad quieta, silenciosa, aullando en la sordera de la noche con ruidos, más ruidos, y viento leve. La piel que te cubre se rebela en tu contra y quiere huir. No, eres tú quien quiere despojarse del disfraz más natural, la capa primigenia, que ahora fuera.

El suelo todavía está húmedo. Amo mirarlo mojado y perderme en los reflejos de la luz que me devuelve, en las hojas de otoño, en los garabatos en la piedra, en las imperfecciones del cemento. La textura perfecta del ruido, tersa, suave, firme y maleable, amoldable. Comestible. Que se puede acariciar con tacto peligroso, como el de unos dientes. Ese ruido de las sombras que es más audible que mi voz en llamas cuando te grito por si te pierdes. Ven a cantarme cuentos, a contarme canciones, a describirme al oído cómo ves la vida con los ojos alados, la boca llena de ganas, las manos vacías. Cómo me gusta amar. Amar tus manos tan llenas de deseo en ese imaginario sin fin pero asequible en mi realidad, al otro lado de la única pared que se mantiene en pie.

Erguida sobre ideas inertes espera, paciente, por si acontece. Puede ser, cuando hay derrumbes. Las uñas te crecerán para dentro si no rascas mi sarna, si no me alimentas. Hambre. En paz, con constantes vértigos, hambre que no quiere calmarse y entrar en calor por miedo a perder su voz. Es un hambre que delira, que gusta de existir y precisar atención cuando se requiere; que emana ruidos de guerra y violencia, del misticismo de Gauguin. De las inquietudes muertas que sólo el propio hambre puede volver a prender y quemar después de vivir.


Texto: NOVIEMBRE 2011

(C)Hambre


Te miro y me absorbes. Yo lamo y tú escondes. Llamas para entrar. Tengo un saco lleno de palabras vírgenes improvisado en un calcetín de hilos de lana. La pureza de ese agua setenta por ciento de tu cuerpo que de transparente es punzante insiste en tu nitidez, que duele al reflectarse en mí. Es dolor por desconocer la imagen que te devuelve la verdad de mi espejo. Mis ojos cerrados se adentran en tu piel, tu deseo se abre camino a través de mi cuerpo. Son tus deseos oscuros tus secretos deseados de violar conmigo en tu cama. Los puñales dormidos se esconden bajo las tiras de mi piel junto al sabor oxidado de mi sangre. Es el olor a hambre, al movimiento de las mariposas gástricas que hacen perder el equilibrio de los nervios y que acaban, pegajosas, como regalo extraño para ti. Recuerdas el olor a mantequilla derretida, a cucharadas de calor para endulzar, a vísceras edulcoradas de repente. En ocasiones, el hambre enajena, destruye las gotas de cordura, la propia y la ajena. Lávate las manos y a comer. La guerra fría está servida sobre el mármol blanco de una tabla que gotea. Hoy sin ti sobre la mesa no tengo qué llevarme a la boca.
Me rugen las tripas de ti, soy ruido. Hace poco te mordías los dedos para no escribir. Mi terquedad por mordisquear tus ideas, por acostarme una y otra vez con tu mente. Enhébrame con fuerza, usa todos tus ovillos conmigo. Todo mi hambre es de ti. Te gusto impronunciable, aunque prefieres soñar con tu instinto que tantas veces me ha desnudado ya. Mis ojos te violan una y otra vez, en un descanso pausado. La lengua te sabe a vino. Te voy a comer el corazón. Cóseme, te estoy esperando. Me gusta cómo bailas nocturno, a ciegas, mi vals oscuro del deseo; cómo imaginas mis movimientos obscenos más delicados, cómo despertar conmigo. Tu miedo huele igual que el mío. Mientras afilas mis pies voy a peinar las arrugas de tus sábanas, bailar en singular en el suelo y danzar de puntillas en el sofá.
Me haces tantas cosquillas dentro que voy a estornudar de ti con cara de placer. Silencio sin quietud. Zozobra. Baldosa, pero no azulejo. Yo bebo de tus manos y tú te desbordas; tu ombligo mojado. Si eyaculas en la cavidad de mi estómago roto, sangre mediante, prometo coserme con los dientes hasta en el último centímetro de tu piel. Un día describí masturbarse. Imaginé la vida contigo a través de tus orgasmos visuales y tus viajes celestes en mis orgasmos neurales. Sexo es tu sofá.
No guardes centímetros cúbicos de cerebro sin usar. Retales de suerte sin desenvolver, navajas sin desenvainar ni zapatos que comer. Hoy no hay bolsillos muertos que peinar, canas que erizar, goces olvidados de cavidades abandonadas que en mejores tiempos fueron tráqueas estalladas. La ausencia de los gritos efímeros que las hicieron oxidar se fue por el callejón de atrás sin pagar. La cuenta de los vasos llenos que no se pudieron amortizar. El whisky que tus labios olvidaron besar duerme en ese hedor. El alcohol amó idealizar tus neuronas antes de la muerte súbita. Esos sentidos del olfato podridos entre semillas recién plantadas de humildes garbanzos aún sin germinar se olvidaron apear del vicio impuesto por la necedad. A narices necias, ojos sin piedad. Te quiebro en la verdad. Te oigo sin hablar. Sin vencer al filo del hambre hay aún zonas sin rajar.

Compilación de textos: NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2011