Parafernalia de epístolas múltiples a destinatarios invisibles.

martes, 20 de diciembre de 2011

Noviembre agrio Vol. II

Santa María del Mar, Barcelona (Septiembre 2009)

Noches de vampiria absoluta. De necesidad de sangre, de metamorfosis indiferente. De no comprender que todo era real, y que nadie era consciente. Ya no sé cómo escupir los pedazos indigestados de esta fracción de mi vida sin agrietarme las ganas, quebrantarme la mente o sonorizar mi dolor mientras se me destruye la voz. Drogas para el alma. Necedad, no necesidad. Nunca mereciste aquel puesto privilegiado en mi fábrica de sueños.
Katharsis al más puro estilo griego. Hoy lluevo. A trompicones escupo todos mis pensamientos imaginados, todos saliendo; todos aquellos que, una vez más, nacieron para ser sentimiento, una pequeña sensación de nervios en el estómago que venía a la vida para quedarse en el mundo de las Ideas. Cuántos fueron no lo sé. Algunos, identificables, tienen la posibilidad de ser controlados; otros, inidentificables, disfrutan de su belleza. Ése es nuestro error. Quizá los alimentamos en vano, sabiéndolos recuerdos de un futuro no real, de todo aquello que nuestra mente se esfuerza en provocar y evocar como momentos de una vida que nos gustaría vivir. Momentos en la mente de un futuro con ganas, ideal, mentalmente bello e ideal. Los cuidamos con especial atención y cariño porque sabemos que no vendrán, no nacerán en este mundo. El error es pensar que una reminiscencia se convertirá en realidad; tan sólo quedaría destrozada en el campo de la vida real. Eso afectaría a su existencia originaria en nuestro mundo de las Ideas. Se atrofiaría, rompería, agrietaría, contraería, deconstruiría, y todo eso dolería más que lo que hubiera sido su existencia perfecta en el mundo que le corresponde... el de las Ideas. El de las mentes. Todo se conserva mejor, y es especialmente cuidado, sin estropearse nunca, por esa realidad paralela de la atemporalidad que me resulta fascinante. Como en la fotografía. Lo celebro igual, o más, que Rosalind Krauss. Es algo sólo existente en la fotografía y en estas reminiscencias que he llamado futuras pero son en realidad atemporales; en los pensamientos que construyen, con muros, nuestras ciudades mentales. Los muros que nos construyen por dentro, que se alzan altivos, dignos, fuertes; que no miran hacia abajo, sino al frente. Imposibles de derribar. Son las emociones el punto originario que da paso y desarrollo a la imaginación.
Dijiste que nunca has sabido medir mis emociones. Nunca supiste ponerlas al lado de tu propia escala. Comparar no, pero medir sí. Nunca has intentado medirme, no quisiste acercarte. Quizá quisieras, pero no lo hiciste. Quizá no sabías. Quizá te asustaba. Intención con ausencia, la mayoría de las veces.
No sé cómo, ni por qué, me he sentido más cercana a esas personas presentes en mi imaginario futuro; y, de repente, ahora desaparecen. Me quedo fría. Algo nos unía en el mundo real y en el otro, en ése más ideal. Pero ya no habrá más puntos que cortan la recta, no en esta línea.
Contradicciones sin masticar. Lugares a los que finalmente no volé. Llamas que arden en mis cenizas. Un día me fui, y todo cambió. Al volver todo estaba vacío y no había eco porque las paredes habían desaparecido. Ojalá nunca hubiésemos vuelto de abril. Toc, toc... en tu pecho. Ya no hay nadie. No eres tú lo que duele, es el vacío. No es tuyo, es mío. No te apropies de lo que no eres dueño. Yo no salí de allí, ¿no lo viste? Ojalá disfrutase, como tiempo atrás, de mi vacuidad interior tan desaparecida ahora. Ya no tengo eco. 

Si tan sólo lograse sacar una mínima parte de lo que tengo adentro, lo que me clava las uñas por salir, me araña las entrañas, me hace blasfemar contra ti, contra mi impotencia y mi dolor. Contra mis recuerdos más amados. Contra la vida. Y blasfemar contra la vida es pisar el escalón más bajo de la escalera, tropezar, caer de repente sin arnés, de espaldas, en el vacío. El tiempo no tiene piedad, todo lo marchita y lo mata. Yo me oponía. Las personas lo permiten. Sigo en pie en esta expedición antropológica en la que me agradecías haber aparecido porque tanto tiempo te sentiste solo. La misma en la que has decidido abandonarme sin ton ni son porque, de repente, te apetece volver a aquel punto muerto en el que aparecí. El mismo en el que tanto celebrabas mi presencia. No recuerdo el momento exacto en el que hice mutis por el foro, aquel en el que me sacaste de tu escenario, en el que cortaste las únicas alas con las que podía volar. Me he quedado coja y manca, y no sé activar mi sensor de movimiento, entrar en calor. Me hielas. No recuerdo cuándo tus ganas empezaron a apagarse cuando mi voz dejó de sonar en tus oídos; cuándo mi imagen empezó a verse borrosa en tus pupilas, ante tus ojos. Cuándo empezaste a difuminarme sin yo sentirlo. Siempre fuiste tú quien llevó los pesos livianos.
Mi mente reza que tienes obligatoriamente que creer, aunque sea para tus adentros, que todo lo puedes. Nunca te faltará, entonces, lo necesario. Lo que sí es necesidad imperiosa. De lo contrario, ya lo viste. Te ganó el pulso. Nunca te diste cuenta de que el débil eras tú. Y yo... Sólo quiero vomitarme. Tanto aprendí a escucharte que no supiste ver que yo también necesitaba unos oídos. Tanto que desaprendí a hablar. 

No, no almacenas caché, y no te atreves a negarlo. Te ves necio. Total, para qué desperdiciar espacio en el disco duro de memoria.
Texto: NOVIEMBRE 2011

miércoles, 7 de diciembre de 2011

NNoviembre agrio Vol. I

Errores cognitivos. ¿Y si...? Hay tantos días en que el cielo no te invita a salir de la cama... Voy a vomitar el estómago. Puede que entonces se me agoten las náuseas mentales y mueran mis paranoias, mis ideas macabras para acabar contigo. Formas de dolor físico en que recrearme para tu mejor entendimiento de mis vísceras doloridas, mostradas y exhibidas al verme abierta en canal. Vuelvo a escribir crudo y desnuda. Ensangrentada, con mareos. Eres un ser mecánico. Tienes un acabado perfecto que oculta lo metálico de tus engranajes y fuelles, de toda tu tecnología punta, tu sistema operativo X OS v3.1, tu inteligencia fría y calculadora. En ese orden. Siempre fría. Cuanto más odies mis palabras más te las haré escuchar. Lo mismo hiciste con tu indiferencia. La sensación es que reirás eterna y profundamente hasta dejarme un socabón en el pecho de ridiculez y otro de humillación. Prefiero sentirlo de cualquier modo, no como tú, inerte, indiferente, ajeno y aparte. Yo prefiero sentir, y sentirme humana. 
Ya sólo me laten las tripas, y el corazón tiene un hambre corrosivo, con todo mi mal fondo. Lo saco sólo para ti. De las tripas que me quedan, pocas son las intactas. Me estoy deshaciendo de ellas como tú de mí. Prefiero amor y después odio, y poder quedarme clara y pura cuando se me vaya todo antes que no ser capaz de sentir. La Nada te acabará engullendo. Mostrarme como soy, libro abierto, transparente. ¿Recuerdas? Fueron tus palabras... No como tú, nunca como tú. Se te ha ido de las manos el gusto por ser y negar ser un robot de Asimov de ésos que tanto amas. Una vez apagaste mis odios más tediosos, los dormiste y alejaste. Ahora me los regalas de vuelta, de golpe, en bandeja de plata y servidos sobre la alfombra roja. Quizá me echaban de menos. No como tú. Gracias por pensar en mí. Has tenido tanto durante toda tu vida que aún te falta mucho por valorar. No sabes mirarte las manos vacías, recrearte en el dolor de los agujeros en ellas, en el sentirlas descarnadas por necesidad y por angustia, por el daño. No lo sabes. Hay tantas cosas que no sabes.                                                                                   
                                             ________________
No sé cuántas palabras me estoy tragando sin morder ni masticar. Perdí la cuenta. Lluevo. No acierto a decidir si debí haber retrasado o acortado la confianza, el punto, el momento exacto en que me dejé caer en tus manos, en que me dejé desnudar mental, verbal y físicamente, en que me entregué invisiblemente fiel y humilde con timidez y sin armas. El dolor vuelve a instalarse bajo la piel, ya tan desgastada. Ya no sé si es “el” o “mi” dolor, “la” o “mi” piel. Esta piel que es mía, que ya no quiero, que regalo por ahí para no tener que soportar.
                                             ________________
Es lo que ocurre cuando se rumian viejos ardores de estómago. Hacía tiempo que no me sentía tan fuera de sitio; en mi ciudad, en mi casa. Las calles, las plazas, llenas de árboles esclavizados públicamente con una mera finalidad estética casi invisible. Irreparable; en la que no se puede reparar. Qué poco acertada soy con lo que quiero decir cada vez que la parálisis me ataca. Largo tiempo de actividad; parón repentino que parece haber desactivado mi modo predeterminado. Renovarse o matar. Y hoy, si hay que vomitar, se vomita.


Texto: NOVIEMBRE 2011

Punto muerto

Muradas, Ourense (Abril 2010)
Foto en Flickr de Lydia Khmer

Tengo las manos ensangrentadas de tanto rascarme el corazón; la mente en carne viva de tanta dentellada insolente, y mi alma se retuerce al ritmo de una obertura rusa. Ebullición, ¿cuándo te irás? ¿Cuándo me dejarás dormir, cuándo en paz? De tanta indecisión me palpitan, muertas, las ganas bajo el calor; me arropa la manta del abandono y me cobijo en tus sonidos, en tu voz. Noches tan frías que me desamparan sin luz, entre la colisión constante de las nubes sin salvar, las que rompen tanto a llorar como a gritar bajo este cielo gris de desolación. Inmunda tristeza que se cuela bajo la piel, que se filtra por los poros, los oídos, la nariz. Contaminación del aire limpio que nos llega. Enferma la respiración y la rebelión, la revolución real e irreal que tanto sentido cobra en los mundos de las ideas. Se contagian, públicos, los espíritus; se talan árboles con acritud, sin sentimiento se arranca la hierba de su lugar de nacimiento. Se tira todo a un vertedero común, una fosa de cadáveres de ideas bellas y hermosas que decidimos no seguir. Se desperdicia todo aquello que no se puede reciclar. Hoy le dedico un réquiem a las flores.
Pira y funeral de sentimientos que me perturba, que me posee, que me lleva a un purgatorio del que no quiero salir. Me regocijo en el calor de mi necedad, necesaria por el momento en algunos días como hoy en los que se pierde la fe en el conjunto, sintiéndote aparte y sin comprender nada, volviendo a tus parcas palabras. Como si no estuvieses allí. Estás muy lejos, todo se ve borroso. No ves nada, todo se fue. Desapareciste. Sigues sin saber qué haces aquí, para qué sirve tu presencia, que vives ajena y solitaria. Sin saber qué cometido debieron haberte encomendado en tu planeta antes de desembarcar y sucumbir al destrozo de la mente, a las ganas inertes, al ardor sin sal y sin cebolla en esta sartén que te quema. Ni siquiera tiene aceite para darte un baño caliente. Olvidabas que hoy es uno de esos días en que no puedes permitirte que la ebullición te ciegue. Debes dar gracias por la presencia de la sartén en tu vida, del fuego que te quema y la piel que aún no ha sido arrancada a tiras y que te ayuda a oler tu miedo, a sentir tu dolor abrasado. Qué mal olor desprendes, inerte, agradable dentro de lo que cabe. Cuando te dejas arrasar por ti, por nadie más que tú misma, o eso crees.
La sucesión de imágenes en tu mente te asusta tanto que cesas en el intento de describirlas. Ya habrá noches más productivas cuando puedas cerrar los ojos sin el palpitar en celo de tu sala de control en llamas. Sin humaredas ni gritos. Intentas apagar las llamas a soplidos, con respuestas para sus insidias, con vértebras indoloras y músculos sin agarrotar. Todo está en tu cuello, tan frío y solo, tan tímido y desnudo hoy. Que el letargo de los pensamientos se apiade de ti pronto para que aprendas a descansar mañana, a no hacer creer que no te gusta dormir ni te importa cuidarte. Quiérete un poco en tu soledad de esta noche de lluvia que sazona la mejor irracionalidad dentro de ti.
Inténtalo un poco, una vez más. En la desesperación del canto de los pájaros sin sueño, a horas mugrientas; dentro del martilleo imparable de la boca de tu estómago. El efecto sería parecido al de una gota cayendo sobre tu cabeza durante años si no consigues dormir antes de mañana. Un día menos. Tu cuerpo ya no reacciona como antaño, y te oscurece el corazón el presentimiento roto de enfrentarte a ti como si no te conocieses, como si fueses un extraño con el que empezar desde cero. Un extraño deseado de conocer, deseoso por conocerte. 


Con el paso del tiempo la madera se pudre. No le importas a nadie más que a ti.  
Texto: NOVIEMBRE 2011

Invierno

Rabia incontenida por sentir las orejas desnudas en invierno. El poco pelo no las tapa, el gorro apenas las resguarda; las perforaciones, a la vista, quedan cruelmente expuestas. Hoy se te olvidó decorarlas con cualquiera de los cientos de pares de adornos que duermen, por tu fetiche, en los distintos rincones de tu habitación. Su desnudez sin vergüenza, dejada al viento. Tenues gotas de agua que caen del cielo pero no mojan, que acarician sin peligro aquellas superficies en que se posan. Inocuas, indelebles, pero coloras y saboras. Así se te antoja el invierno, mucho más desconocido e imprevisible que al principio. La ciudad vieja queda rodeada por casas y demás construcciones del pasado. Aún te da la bienvenida; si no estás receptiva ése es tu problema. Saboréalo, mastícalo. Entra en tu proceso de la rumia, no tengas miedo. Vomitar y volver a comer es el ciclo necesario. Devuélvete las fuerzas que necesitas, las ganas que ansías de salir de este letargo que tan terriblemente parece eterno. Todo tiene su fin; sí, y el letargo también.
Cómo desconectar o cortar el cable de alimentación de la ebullición mental... Si las tijeras no cortan y las manos no proporcionan la fuerza necesaria. Siempre se puede barajar la posibilidad de morder.
Texto: NOVIEMBRE 2011

domingo, 4 de diciembre de 2011

Al escondite inglés

Autorretrato, Madrid (Noviembre 2011)
Foto en Flickr de Lydia Khmer
Qué extraño lo sientes, el volver a este cuaderno; a esta casa. Los lugares, los sonidos, los olores, las voces, la gente. Gente, personas; todo es en plural. Qué extraño se te antoja escribir en estos casi dos meses sin hacerlo. No habías notado que deberías cortarte las uñas para que tus manos se amolden al bolígrafo tal y como a ti te gusta. Él tampoco está cómodo así. Escribir no es, por tantas razones, como montar en bici.
La bici, la ciudad. Todo diferente. Apenas te reconoces a ti misma. El whisky al lado de la ventana, y tan lejos. Sí, llueve también, pero no llueve igual. No huele igual, éste no es el olor de lluvia al que te acostumbraste estos meses. Sobre la bici todo olía mejor, todo más vivo. Olor a verde vivo; era el olor a vida. Era mucho más divertido caminar mirando al suelo jugando a distinguir una ramita de una lombriz al llegar a casa. Coges el papel y escribes sin sentido. Quizá prefieres esperar al Jabberwocky sentada en el sofá; el vaso vacío. No sabes por dónde empezar, y tus idearios nunca fueron grandes...
Casi dos meses. Vergüenza y tiempo. Hay algo peor que estar en un lugar desconocido y sentirse extraño: el sentirse igualmente extraño en un lugar perfectamente conocido, un lugar que te vio nacer y crecer, avanzar, aprender. Ya no recuerdas aquello; se te sigue antojando extraño. Se te figura desconocido. No reaccionas, tardas en pensar. Todo va estúpidamente lento. Aún no te acostumbras; se entremezclan los recuerdos, y las personas. ¿De veras quieres estar aquí? No has perdido tiempo, pero sí espacio. La interrelación te desconcierta, ergo... sí has perdido algo de tiempo, ¿o es tan sólo en tu imaginación? Por qué te cuesta tanto escribir... Es el momento, ahora puedes sacar todo lo que hablando no quiere salir. Temes tantas cosas... Es un mundo, un mundo ajeno y extraño. Las personas. No quiere salir. Con asombro hueles tu propia evolución. Puede que tampoco te conozcas y por eso no te puedas reconocer; que no es lo mismo que lo anterior. No quieres ser previsible, (mal) interpretable, pero te encanta este juego. Lo has jugado toda tu vida, a pesar de que se haya convertido en algo recriminable. Algo a enumerar en una lista. Palabras estúpidas. Lo que no te destruye, te construye; ¿y viceversa? Lo que hace ambas cosas... Palabras. No quiere salir. Tu vida deconstruida. Tu propia deconstrucción, de sabor insípido, sin capacidad de absorción en tu cuerpo y en tu mente. Tu cabeza, lugar inhóspito, sin capacidad de comprensión, de creencia en un surrealismo que te engulle tanto que no sabes cómo salir. Quién lo diría, o lo hubiera dicho. Stop. Review. Sigues sin entenderlo. Retrocedes, te arrepientes. Tarde. No puede, pero está muriendo por salir. No lo crees, te contradijiste para salvaros; no funcionó, sin darte cuenta.
Entiendes menos que nunca desde tu propia encriptación egoísta, ególatra, egocéntrica; que tiene más agujeros que un colador, uno bien oxidado que tan sólo deja pasar agua turbia, perturbada, corroída, insana, infectada, enferma, quemada, impura, corrosiva. Cómo fiarte de tu propia realidad. Tu realidad inocente allá arriba, en las nubes. En el fondo del vaso, un fondo inocente. La intención está muy infravalorada en los tiempos que corren. Te sientes como la intención, y no pinta bien. Craso error. Sólo quieres arreglarlo, visualizar tu vida con el modo espectador ON. Todo a través de una pantallita o una ventana, un pequeño retrovisor o una mirilla. Vuelves al otro lado de la puerta, al otro lado del espejo. Ya hemos tenido esta conversación antes. El ciclo se repite. No eres agradecida. Hace varios meses que tu humildad es invisible, y eso que hace poco oíste que eras una persona completamente transparente. O tú no lo eres, o no es capaz de ver muchas cosas de cuya existencia no te habla; no sabes por qué. Puede que no las vea, o que de veras no estén ahí. Cuánto tiempo hacía desde que no hablabas contigo misma sin pelos en la lengua, poniendo en duda tantas cosas para las que creías haber hecho un gran esfuerzo. Ahora todo se ha evaporado, visualmente no resulta gráfico. No se puede ver. Sigue sin poder salir, no hay fuerzas. Invisible.
Creías que te leía los ojos cada vez que le hablabas. Siempre han dicho más que tú, pero ahora dudas. No le has hablado alto y claro, cambio y corto. Eso creías, y estabas segura. Con lo bello de tener la mente en blanco juntos, descansando; la mirada tensa pero intensa. Sonriendo. Cuántas sonrisas de gratitud y dicha no habrá podido leer en ti; no lo entiendes. No recuerdas haberlo pensado nunca. Cuántos gestos de amor te cuesta a ti reconocer ahora frente a tus ojos. El tiempo no perdona. Estás impaciente y el tiempo no ha sabido perdonar. La impotencia podrida de demostrarte cómo eres te ha tragado, la frustración no te ha dado tregua. Te han comido; te sientes mermada. Cuidado con las corrientes marinas... El mar. Cuánto echas de menos el mar; caminar, pensar. Mojarte los pies sin querer entre las piedras, notar de repente una humedad fría. Tu bici de color lila mordido, con tanta vida y tantas heridas. Qué bueno era descansar de los pesos innecesarios en los cestos, negro y blanco, delante y detrás. Tris, tras. Notar cada piedra a menos de un centímetro de tus pies... Pararte en Wild Park diez o quince minutos antes de llegar a casa, y observar las nubes en el cielo de la tarde, tumbada al lado de la bici. Ir a la universidad atravesando el bosque de Stanmer Park. Ese carril en que el último día de esfuerzos en junio hiciste autostop sin respiración. Qué difícil es amar el presente sin olvidar el pasado, cuán inútil y cancerígeno es éste atornillado en el cerebro. De cuántas células muertas tienes que librarte de golpe. La piel sufre. El pasado sólo sirve para eso y para desarrollar la imaginación en el periodo hipotético pasado. Es hora de reencontrarse: lugares, personas, una misma. Busca nuevos espacios verdes. Retoma algo nuevo ya conocido por muy extraño que pueda sonar; tira los retales de antaño o decide reutilizarlos, pero decídete ya. Amas reciclar; adelante. Las distracciones mundanas de siempre que siguen sin llenarte, y tú siempre con la queja en la boca. Siempre masticando. Reconócete y explora, piensa bien qué quieres. Los terremotos e inundaciones en territorio propio siempre se te dieron bien; ya te echaban de menos. Abre los brazos... Quiere salir, no aguanta más. Supera la inexistencia de la felicidad no efímera y alza el vuelo; si no lo haces ahora... Las nubes te esperan con paciencia sin desgastar, de esa que tú debes aprender para valorar el tiempo. Para ignorarlo. Debes dejarlo salir. Es algo complejo, algo que viene tras la aceptación del espacio, unas veces real, otras irreal; pero que termina por aparecer, y ya lo estabas esperando escondida entre tus piernas.
Texto: NOVIEMBRE 2011

Thanks

Playa, Brighton (Agosto 2011)

Yes, I'm an emotional person, and I'm proud of it. Thanks, Brighton, for helping me to discover this world, this new part of me, this perception from a new and happier perspective. Thanks, hundreds of unknown people. Proud, happy, free, tolerant, friendly, beautiful people. Unknown but never strange, odd or weird. Thanks, rare, unique people for doing me good, for helping me and for making me feel I will always love to be a better person. Thanks for your freedom, Brighton, for the peace of mind I've found here during this time. Thanks for making me feel I want to share everything, and for sharing it with me so that I could discover it. Thank you, all of you, anonymous people, for taking little pieces of my heart to make them happier. I hope you take care of them as I'll do with yours. I'm in love with you.
Texto: AGOSTO 2011 

sábado, 3 de diciembre de 2011

Ruindades

Muradas, Ourense (Abril 2010)
Foto en Flickr de Lydia Khmer
Qué difícil es mantener la miseria propia intacta, libre de infección ajena, de putrefacción pasada, de sueños vomitados. Y eso que parecía más fácil una vez hubiste evacuado toda sustancia inútil en tu corazón. Sigue sin ser fácil mantener limpia y pura la inquietud, el ansia viva de deshacerse de tantas cosas que ya se habían ido. Es difícil sacar a flote el corazón pobre, debilitado, tímido, sobrio tras una larga resaca, y mantenerlo tranquilo, insensible a tantas cosas que, sin pretenderlo, siguen adentrándose en su blandura sin coraza, en su vulnerabilidad mundana, humana, sin recursos. Cómo hemos cambiado todos... A veces ni me acuerdo del “antes”. ¿Podré recordar hoy mañana? Las luchas con uno mismo son las más duras de todas, necesitas seguir atacando y, de repente... Mierda, algo te obstruye el paso, tú mismo te respaldas en tu cobardía, en palabras sin sentido, ésas que has desgastado tanto. Tanto que acabaste harta, apartándolo de ti durante tanto tiempo.
Ya no sabes unir palabras. No como antes. Que gane el mejor. Definitivamente, la contradicción tiene nombre y forma, género de mujer. ¿Y si no llega a pronunciarse, a decirse? ¿Qué pasa con todos los contrapensamientos que no pudieron llegar al mundo para ser contradicciones, puesto que no llegaron a ser dichos? El Mundo de las Ideas siempre fue más interesante que éste. Y ahí duermen felices todas las benditas cosas ilógicas dictadas por la mente que nunca llegaron a aparecer en una dicción propiamente dicha. Respira hondo, no hay peligro, no forman parte de este mundo. Sigues teniendo el control de todo – de todo porque tú eres todo, tu todo, sabiéndote independiente como sinónimo de persona solitaria que gusta de estar sola. ¿De ti misma per se o per te? Pero no de debilidad barata. Bien, estás a salvo.
Subconsciente nivel 1. Mierda, otra vez. Invasión propia del Subconsciente nivel 2. Ahora a ver cómo controlas esto. En búsqueda del Subconsciente nivel Fortaleza. Cuando no puedes huir de ti, pulsa OFF. Alguien vendrá a salvarte cuando tenga ganas de jugar la próxima partida. Paciencia. Amparo y aceptación. En búsqueda, durante toda una vida, de abrazos invisibles; de comprensión, de perdón. Aceptación de nuestra miseria, en la salud y en la enfermedad... hasta que el dinero nos separe, queridos sueños rotos de cristal. 
Otras veces nadie vendrá a salvarte.
Texto: AGOSTO 2011

La puerta

Un día voy a romperme y a sacar todo lo mío, todo lo “yo” que hay en mí para dejar espacio infinito para ti; infinito no porque no se llenara, sino porque siempre perdure su capacidad para acogerte. Volveremos a hacer el amor en Woodstock con Santana de fondo. Una vez hablé de esperar con alguien, desnudos. Hoy no concibo esperar contigo sin escuchar música como se debe hacer. Una y todas las veces, desnudos. 
Texto: ENERO 2011

En vela

Muradas, Ourense (Abril 2010)
En abril escribía para ti, para purgarte, para ayudarte a soltar, a vomitar, a dejar ir muchas cosas; meses después salió, logró salir por fin. La angustia que mimetiza mi carne y mi mente, que sufren contigo, que llegan a ser traspasados por tu dolor punzante, rompió la barrera de mi piel. Y acariciando tu espalda, tu cabeza, sosteniéndote con fuerza, así sufrí contigo y entendí más que nunca la extrañeza del lugar, de ti mismo, del entorno aún nuevo y tan viciado, tan diferente y tan raro que te hace replegarte en ti mismo. Es lo que hace detonar tu miedo.
Hace mucho tiempo, muchos años, pensaba que no sabía escuchar. Después me autoconvencí, contigo y con el tiempo, de que no sabía hablar y de que, para aprender, debía primero aprender a escuchar. Tú también necesitabas aprender a hablar de algunas cosas ancladas en tu corazón tan puro antes de permitirlas oxidarlo. Todos necesitamos aprender. Mis oídos son eternamente tuyos, nunca pensé que podría amar a un muñeco de arena que, devorado por la intensidad de las olas del mar, te trajo hacia mí.  
Texto: DICIEMBRE 2010

Oportunidad

Generalife, Alhambra. Granada (Noviembre 2009)
No se hace nada por facilidad, o no se debería. Por comodidad. Me repugna. No, hay gente que no es así, estoy en lo cierto aunque pierda la fe. Las creencias inexistentes que se rebelan en forma y color subordinadas a la función racionalista arquitectónicamente hablando. Pero yo no soy un animal racional, o no siempre, porque no me gusta serlo. Quizá menos de lo que me gustaría, para no autoimponer nunca límites a mi libertad.
El don de la oportunidad, semánticamente difícil en sus acepciones. Oportunidades inseguras, pero rechazadas en pos de ese altruismo tuyo que llevas meses insultando de eficaz pero también de inexistente. Ése que se te había olvidado tragar y que de pronto se coló en tus días, ése cuyas vacaciones extrañarás cuando no te soportes. Aquí está la oportunidad del don, formalmente palpando la sustancial diferencia, su contrariedad en el abismo. Qué o cómo de oportunos sean, o de inoportunos, los dones de aquellos a quienes regalas tu altruismo no sacrificado, las palabras que una noche juraste guardar por haberlas arrancado ante tu necesidad. Los besos que se pierden en el mundo por la falta de valor, por el oportunismo mismo o por no acomplejar tu interior con tanto sentimiento tedioso, contrariado, que nadie quisiera escuchar. Sólo los animales entienden de qué se trata.  
Texto: JUNIO 2010

Soy vanguardia

Trocadéro, París (Julio 2010)
Definitivamente prefiero ser mujer, arquitectura expresionista, antes que pertenecer a y capitanear un grupo funcionalista y racionalista. La norma aburre. Hoy me siento vanguardia, hoy me gusto. Hoy soy pasional, soy instintiva, y desde hace tiempo comienzo a hablar de mí. Amo sentirme humana con todo lo que ello implica, sobre todo después de comprobar cómo la deshumanización tapona las arterias que poco a poco intentaban ahogar mi corazón. Como sé que me comprenderá quien responde al nombre del movimiento de una sonata. 
Brindo por la contaminación continua de mi sangre, por la ebullición in crescendo, por la inseguridad que me permite pensar con las neuronas más dormidas, y parecía difícil... Por la putrefacción de lo inservible, de lo indiferente, por lo brillante de los carnuzos, de los pianos, de los burros en descomposición del Madrid “residencial” de los años veinte. No dejo de pensar en ellos. Por la crítica feroz y descarnada entre conocidos. Por las ideas viejas que parecen de reciente cosecha. Por hombres perdidos que necesitaron de una mujer madura con más de diez años de experiencia por encima de ellos y de un bigote para convencerse de que eran alguien. Por quienes lo plasmaron en sus cartas, dentro o no de la ortografía daliniana; una ortografía, muy a su pesar, completamente anárquica. Por los sentimientos de valentía ajenos pero fuertes, prometedores, que hacer mirar el futuro con ganas. Con las ansias de siempre sin pudrir todavía, sin verse melladas. Las ganas recién horneadas a fuego lento en la cocina de los sabores de tus apetencias más exigentes.  
Texto: JUNIO 2010

Una de tantas

Trocadéro, París (Julio 2010)
Foto en Flickr de Lydia Khmer
Aprendí de pequeña a no tener sueños, a no permitírmelo, a no inventar, a dejarme imponer y acobardar. A copiar y repetir. Hay tantas cosas de las que me arrepiento… y sin tener mayor culpa que la de crecer viendo el mundo desde esa perspectiva, la de niño limitado que juega a un escondite lleno de trampas, de insincera estereotipación, aprendiendo a odiar, a vengarse, a no creer nunca. Siempre hay cosas que borrar, pero deshacerse de todo es borrarse a uno mismo. Sin nada que hacer, que argumentar. Sintiendo la necesidad de meterse bajo una mesa, dentro de la cama para ocultarse al mundo por completo y completamente solo. Porque aprendes que no puedes confiar, que no hay salvación, que la mayoría de los demás están como tú, aunque siempre hay quien parece feliz, quien parece el mejor. Aquel será quien más pena te dé en el futuro, pero todavía no lo sabes. Ignoras cómo transmitir tu mensaje, cómo advertir a los que hayan de llegar de que existe un más allá, contigo ahí para proteger su más tierna ilusión, su más inocente felicidad. Porque tú no pudiste sentirlo. Y ofrecerás un abrazo cálido sin palabras, protector, ofreciendo todo de ti, todo tu amor, posibilidades de continuar con al existencia sin que llegue a ser dolorosa. Ojalá alguien lo hubiese hecho contigo.
Pero no. Tú seguirás sin entenderlo, llevas mucho tiempo ausente aquí y lejos ahora. No me llames, no volverás a escuchar mi voz, que tan despreciada lograste dejar. Desde que me descubrí entre todos aquellos restos del vertedero que es mi vida, me hago valer. Sea visible o no para ti, pero no habrá más gente como tú. No conmigo. Como todo aquello que he borrado. Si el historicismo proclama un inevitable final, ¿cómo ha de llamarse, de calificarse, el hecho de no tener principio ni tener pasado? Si nada se crea ni se destruye, pero sin tal sentimiento, ¿se puede no tener origen? La Nada, que te vio crecer. Todo se transforma hasta el punto de lo irreconocible. No, exacto, no quiero que me conozcas ahora. Ya me conociste una vez y no supiste. No quisiste. Duele dejar hacerse ver, dejar los rincones oscuros sin luz para perder el miedo, para acostumbrarse. Para no volver nunca a pensamientos pasados que nunca debieron haber estado ahí.
Sigue corriendo; es lo que mejor se te da hacer. Llegarás lejos aún, tan sólo recupérate, vuelve a buscarte. Las flautas indican que ha llegado tu paz, quiérete sólo a ti, como nunca has sabido hacerlo porque nunca te dieron oportunidad. Invéntate, reconstrúyete. Sal y huye, no por eso no eres tú, ni eres cobarde. Ahora o nunca.
Texto: JUNIO 2010